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Dejando atrás el pasado

por José M. Garay

El padre de Jacob, con ayuda de los pastores del poblado, continuó buscando rastros del lobo y el pequeño borrico durante varios días. Incluso avisaron a las autoridades locales y corrieron la voz de lo que había sucedido, en los pueblos cercanos. Fueron días de angustia y tristeza no solo para Jacob, sino para todos en Betfagué. Sabían lo mucho que había sufrido el niño cuando murió su madre, un año atrás. Y ahora que había encontrado en el burrito un compañero, un amigo con quien compartir sus penas y aventuras, el destino los separaba de la manera más cruel.

Después de un par de semanas, ya todos estaban resignados al triste final. Los vecinos, sus compañeros de la escuela y los otros niños del barrio trataban de consolarlo; pero Jacob los miraba con sus ojos humedecidos y les decía que prefería estar solo. El niño se mantenía ocupado todo el tiempo, para no pensar en lo ocurrido.

Un día llevó el rebaño a pastar en las faldas del Monte de los Olivos. Cuando cayó la tarde, subió hasta la cima —su lugar secreto—. Se sentó sobre una piedra a observar el atardecer. Los últimos rayos del sol iluminaban su aldea con una tonalidad naranja. Sintió pena por su querido compañero y recordó la vez que estuvieron juntos en ese mismo lugar.

De pronto, escuchó unos pasos detrás suyo. Volteó emocionado, pensando que talvez era su burrito; pero, en realidad, era su padre que había subido a buscarlo hasta allá. Ellos no habían hablado mucho desde los trágicos acontecimientos.

—Jacob, hijo, ¿cómo estás?
—Bien, papá —dijo con la mirada todavía en el horizonte.
—Yo sé que no es verdad. Yo sé que no estás bien.
—Entonces, ¿para qué me preguntas? —seguía diciendo, sin mirar a su padre.
—Tienes razón. Creo que no estoy haciendo las preguntas correctas. Discúlpame, hijo;  pero yo tampoco me siento bien, ¿sabes?
El niño volteó a mirar al humilde pastor, quien ahora tenía los ojos perdidos en el horizonte.

Aquel atardecer de primavera pintó el cielo de colores violeta, rojo y celeste. Cuando las primeras estrellas comenzaron a aparecer en la bóveda azul, su padre le dijo:
—Jacob, con los demás pastores estamos planeando llevar el ganado a los campos del Sur, por unos días. Iremos en grupo; así estaremos más seguros. ¿Te gustaría venir con nosotros?
—Sí, papá.
—Saldremos mañana temprano. Prepara tu zurrón para el viaje.

Su padre sabía cuánto le gustaba a Jacob llevar el rebaño a pastar de noche. Esta vez, saldrían por varios días hacia campos lejanos, pero a su vez mejores para la alimentación de las ovejas. Pensaba que talvez eso le ayudaría a olvidar. Bajaron del monte con el rebaño y se dirigieron hacia el pueblo.

Ya de regreso, en casa, se sentaron en la mesa para cenar. Ninguno de los dos se atrevía a decir algo. Jacob rompió el silencio:
—Papá.
—Dime, hijo.
—Crees que si yo hubiera llevado al burrito conmigo, cuando ustedes atraparon al otro lobo...
Su padre le interrumpió:
—No, hijo. ¡Jamás pienses eso! Aunque en este momento no lo comprendas, créeme que las cosas suceden por una razón. Ni yo mismo lo entiendo a veces. Pero hijo, tenemos que mirar hacia adelante. ¡Dejar atrás el pasado!
—¿Es por eso que nunca hablas de mi mamá? —dijo Jacob, alzando un poco la voz.
—¿Qué has dicho? —preguntó su padre, preocupado.
—Que nosotros nunca hablamos sobre ella. ¡Tú quieres que la dejemos en el pasado! ¡Y ahora quieres que deje también a mi burrito en el pasado!
—Nunca he querido eso —dijo su padre con voz temblorosa—. Desde que se fue, no ha habido noche en que no haya pensado en tu madre.
—Entonces, ¿por qué nunca hablamos sobre ella?
—Porque... ¡porque me duele!... ¡Igual que a ti! Lo que quería era que dejemos atrás su partida, los momentos tan tristes que pasamos cuando nos dejó. Pero, escúchame, a ella jamás he querido dejarla atrás. Al contrario, quiero que la lleves, que la llevemos... siempre con nosotros, en nuestros corazones.

Las miradas de ambos se encontraron y, sin decir una palabra, padre e hijo se abrazaron y lloraron largamente.

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Derecho de Autor: Registro de Obras Literarias - Expediente n.° 001698-2012 - Indecopi (Lima, Perú).

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